That’s the “fucking” question, como diría Shakespeare. Aunque en sus tiempos sí se tratara, efectivamente, de una “fucking” question, porque el matrimonio constituía la puerta de entrada a ese maravilloso universo del fuck. Hoy en día es una “question” retórica, “fucking” nomás por no dejar o por guardar las apariencias.
Aún así, con o sin Shakespeare de por medio, la gente continúa casándose hoy en día. Le pasó a nuestros padres, a nuestros amigos, a nuestros compañeros de trabajo y hoy la “fucking question” (retórica, por supuesto, desde hace muchos años) me llega a mí.
¿Por qué casarse en estos nuestros agitados días? Mi respuesta es la más sencilla y predecible: por amor. Pero no por amor al vestido, a la fiesta o al anillo que es el que más causa furor entre las féminas. Tampoco por ese amor que cree que el penúltimo paso a la plenitud es entregar tu vida a alguien; porque la vida no se entrega, se comparte.
En mi caso, es por darle una oportunidad al mejor amor que he conocido, una oportunidad que no puede darse con un océano de por medio…y la fucking question, esa va de maravilla!